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adulaciones habían obtenido la ayuda que buscaban.
Narjhan del Caos repuso capitanea un inmenso ejército de escoria
humana, un ejército de pordioseros, y ha jurado destruir Tanelorn y matar a sus
habitantes. Necesitamos la ayuda de algún tipo de magia para combatir a alguien
tan poderoso como Narjhan y derrotar a los pordioseros.
Pero Tanelorn no puede ser destruida... dijo uno de los Señores
Grises.
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Es eterna dijo otro.
Pero esta manifestación murmuró el tercero . Ah..., sí...
En Kaleef hay unos escarabajos añadió un Señor Gris que no había
hablado hasta ese momento que poseen un veneno peculiar.
¿Escarabajos, mi señor? inquirió Rackhir.
Son grandes como mamuts dijo el tercer Señor , pero pueden
cambiar de tamaño... y alterar también el tamaño de su presa si es demasiado
grande para sus gaznates.
Con respecto a ese asunto dijo el portavoz , existe una quimera
que vive en las montañas, al sur de aquí... También puede cambiar de forma y
lleva dentro de sí un gran odio hacia el Caos, pues el Caos fue quien la alimentó
y la abandonó sin una forma propia.
En Himerschal hay cuatro hermanos dotados de poderes mágicos
dijo el segundo Señor, para ser interrumpido por el primero.
Esa magia no les sirve si abandonan su dimensión dijo . Sin
embargo, había pensado en revivir al Mago Azul.
Es demasiado peligroso. Además, está fuera de nuestros poderes dijo
su compañero.
Continuaron discutiendo durante un rato; Rackhir y Lamsar esperaban en
silencio.
Al cabo de un tiempo, el portavoz dijo:
Hemos decidido que los Barqueros de Xerlerenes son quizá los mejores
equipados para ayudaros en la defensa de Tanelorn. Debéis ir a las montañas de
Xerlerenes y encontrar allí su lago.
Un lago dijo Lamsar , en una cadena de montañas. Ya.
No dijo el Señor Gris , su lago se encuentra encima de las montañas.
Buscaremos a alguien que os acompañe. Quizá los Barqueros puedan ayudaros.
¿No podéis garantizarnos nada más?
No, nada más..., no es nuestra misión entrometernos. Ellos son quienes
han de decidir si desean ayudaros o no.
Ya dijo Rackhir , gracias.
¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que se marchara de Tanelorn?
¿Cuánto faltaba para que el ejército de pordioseros de Narjhan llegara a la
ciudad? ¿Acaso habría llegado ya?
De pronto tuvo una idea. Buscó a Sorana, pero la muchacha había
abandonado la tienda.
¿Dónde se encuentra Xerlerenes? inquirió Lamsar.
No está en nuestro reino repuso uno de los Señores Grises ,
acompañadme, os buscaremos un guía.
Sorana pronunció las palabras necesarias que la llevaron de inmediato al
medio mundo azul con el que tan familiarizada estaba. En él no había más
colores, sólo las infinitas tonalidades del azul. Allí esperó hasta que Eequor se
percató de su presencia. En aquella eternidad, no supo precisar cuánto tiempo
había esperado.
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La horda de pordioseros se detuvo disciplinada y lentamente al recibir una
señal de su jefe. Del yelmo que estaba siempre cerrado salió una voz hueca.
Mañana marcharemos contra Tanelorn..., el momento que habíamos
esperado está muy cerca. Acampad ahora. Mañana Tanelorn será castigada y las
piedras de sus casas serán polvo en el viento.
El millón de pordioseros cacareó de contento y se pasó la lengua por los
labios delgados. Ni uno solo de ellos preguntó por qué habían viajado hasta tan
lejos, y eso se debió al poder de Narjhan.
En Tanelorn, Brut y Zas, el Manco, discutían en tonos pacíficos y medidos
acerca de la naturaleza de la muerte. Los dos estaban tristes, menos por ellos que
por Tanelorn, que no tardaría en perecer. Afuera, un ejército digno de compasión
intentaba formar un cordón alrededor de la ciudad, pero no lograba rellenar los
huecos entre los hombres, porque había muy pocos. En las casas ardía la lumbre
como si fuera por última vez, y la llama de las velas oscilaba con pesar.
Sorana, que sudaba como solía hacerlo en circunstancias parecidas, regresó
al plano ocupado por los Señores Grises y descubrió que Rackhir, Lamsar y su guía
se disponían a partir. Eequor le había dicho lo que debía hacer: debía ponerse en
contacto con Narjhan. Los Señores del Caos se encargarían del resto. La muchacha le
lanzó un beso a su antiguo amante cuando lo vio salir al galope del campamento e
internarse en la noche. Él le sonrió, desafiante, pero cuando volvió la cara y ella ya no
lo veía, frunció el ceño; los tres jinetes cabalgaron en silencio hacia el Valle de las
Corrientes, donde entraron en el mundo en el que se encontraban las Montañas de
Xerlerenes. En cuanto llegaron, se les presentó el peligro.
Su guía, un peregrino llamado Timeras, señaló hacia el cielo nocturno que se
veía perfilado contra los peñascos escalpados.
En este mundo dominan los espíritus del aire dijo . ¡Mirad!
Vieron una bandada de búhos, de enormes ojos brillantes, que se lanzaba en
picado ominosamente. Sólo cuando se hubieron acercado, los hombres se dieron
cuenta de que se trataba de unos búhos enormes, casi del tamaño de una persona.
Sin desmontar, Rackhir tensó el arco.
¿Cómo han podido enterarse tan pronto de nuestra presencia? inquirió
Timeras.
Sorana repuso Rackhir, sin dejar de preparar su arco , debió de advertir
a los Señores del Caos, y ellos han enviado a estos horribles pájaros.
Cuando la primera de estas aves se abalanzó sobre su presa, mostrando sus
enormes garras, con el inmenso pico abierto, él le disparó una flecha al cuello, y el
búho lanzó un chillido y se elevó en el aire. De su arco arrullador salieron muchas
flechas que dieron en el blanco; Timeras había sacado su espada y se defendía de
ellos, agachándose cuando los búhos bajaban en picado.
Lamsar observaba la batalla sin tomar parte en ella, parecía pensativo en un
momento en que debía reaccionar.
Si en este mundo dominan los espíritus del aire dijo , entonces no les
gustará nada encontrarse con una fuerza más poderosa de otros espíritus. Y
mientras esto decía, se devanaba los sesos tratando de recordar un encantamiento.
A Rackhir sólo le quedaban dos flechas en el carcaj cuando por fin lograron
ahuyentar a los búhos. Era evidente que los pájaros no habían sido utilizados nunca
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contra presas que se defendieran, y por eso, no habían luchado con demasiado
lucimiento a pesar de su superioridad numérica.
Nos esperan más peligros dijo Rackhir un tanto tembloroso , pues los
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