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nico que nos queda por hacer es volver y acabar primero con la fragata. No
podemos correr el riesgo de husmear en torno a la estación mientras esa nave
est aqu y sea fcil de que empiece a atacarnos en cualquier segundo.
Mantelish pareció asombrado.
-Holati, es un navo de guerra! - Advirtió.
- Mantelish - Contestó el Comisionado, con una pizca de frialdad -, usted no
viaja en canoa -
miró de reojo a Lyad -. Verdad que no se sentira usted muy feliz encerrada
en su camarote durante la escaramuza?
Lyad le dirigió una triste sonrisa.
-Comisionado, tiene razón! - Fue su respuesta.
- Entonces siga sentada - Dijo el Comisionado -. Empezaremos el acoso.
Acosaron. Se necesitó una hora para establecer de nuevo contacto con el
Aurora, presumiblemente porque aquella nave tambin les acechaba. De pronto,
los detectores cobraron vida.
Los caones de la nave dispararon de inmediato. Luego el subespacio comenzó a
desfilar locamente por sus pantallas. Trigger miró durante pocos segundos,
tragó saliva y empezó a estudiar el suelo.
Cualquier cosa que hubiese hecho el plasmoide a la tripulación de la fragata,
no disminuyó
en apariencia ninguna de sus capacidades para presentar batalla. Fue un asunto
muy espinoso. Pero tampoco el antiguo comandante de escuadrilla Tate haba
perdido, al correr los tiempos, nada de su talento. La fragata tena muchos
ms caones, pero no mejor
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alcance. Y l posea una nave ms rpida. Cuatro minutos despus de
intercambiarse los primeros disparos, el Aurora volaba.
La masa rasgada del casco del Aurora, que el Comisionado al poco trajo hacia
la escotilla, pareca tener tres agujeros, aproximadamente de dos centmetros,
que la atravesaban, y que, subsiguientemente, volvieron a ser obturados. El
material que formaba el tapón era de carcter plasmoide.
- Haban dos agujeros en otra pieza - Dijo el Comisionado muy pensativo -. Si
es la media, quizs lo agujerearon en unos cuantos millares de sitios.
Tendremos que echarle un vistazo ms atento.
El y Mantelish operaron la gra de gravedad entrando dentro de los talleres de
la nave aquella plancha agujereada de aleación de acero. Lyad volvió a ser
encerrada en su camarote y Trigger estuvo de guardia en la sala de control y
miró pensativa hacia las estrellas del espacio normal.
Media hora ms tarde, los dos hombres vinieron por el pasillo y se la unieron.
Parecan preocupados.
- Es una escena desagradable, Trigger, muchacha - Dijo el Comisionado -. Esos
agujeros parecen como mordeduras. Quien quiera que los produjo era tambin
capaz aparentemente de sellar la parte tras l mientras proceda hacia el
interior. Lo que hizo a los hombres que estaban en la nave lo ignoramos.
Mantelish opina que podemos compararlo toscamente con los efectos de una
ordinaria invasión de grmenes. En realidad no importa. Sirvió para
acondicionarles, -Potentes y grandes grmenes! - Dijo Trigger -. Por qu no
los detuvieron los deflectores de meteoros?
- Si el navo iba a la deriva y esas cosas simplemente se acercaron poco a
poco...
- Oh, comprendo. Eso no activara a los deflectores. Entonces, si continuamos
movindonos...
- Eso es lo que pensaba - Dijo el Comisionado.
CAPITULO XXVIII
Trigger no poda apartar los ojos de la estación subespacial. Era increble.
An poda afirmarse que las brigadas humanas de construcción haban alzado una
estación blindada tipo normal, all abajo. Muy grande, muy masiva, pero
normalmente conformada, casi esfrica. Se poda decir eso nicamente por el
hecho de que en las fosas de los caones el material original segua
mostrndose. Por las dems partes haba desaparecido bajo masas enormes y
negras de material que los plasmoides aadieron a la estructura de la
estación.
Toda la parte superior de aquella negra y maciza superficie, parecida a la
suya, estaba atestado de plasmoides, que caminaban, que se hundan y se
retorcan. Los haba a millares, quizs en centenares de tipos distintos.
Pareca como una masa hmeda, negra, podrida pululante de vida interior y
exteriormente.
Ni ella ni los dos hombres mencionaron su apariencia. Todo lo que poda
decirse era que resultaba horrible.
Los plasmoides, pudieron ver, ignoraron al navo. Tampoco prestaron atención
perceptible a las ocho bengalas espaciales que el Comisionado situó en forma
de un tosco cubo para que circundasen la estación. Pero durante las dos
primeras horas despus de su llegada, los deflectores de meteoros de la nave
permanecieron activos. Al principio un golpecito ocasional, luego un picoteo
casi continuo, finalmente un tamborilear seguido que duró
veinte minutos y llenó las pantallas de los deflectores con nubes giratorias y
enloquecidas de diminutas chispas. De pronto todo terminó. O bien el rey
plasmoide haba agotado su suministro de aquella arma particular o prefera
conservar lo que le quedaba.
- Pongamos a prueba sus caones - murmuró el Comisionado. Pareca muy apenado,
segn pensó Trigger.
Describió un amplio crculo, aumentó su velocidad, retrocedió y pasó rozando
el flanco de la estación, Lanzó andanadas y recibió disparos de dos fosas
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artilleras con una rapidez que confirmó lo que ya casi estaba seguro de
conocer... que la instalación de caones operaba de manera automtica.
Parecieron armas notablemente dbiles para una estación de aquel tamao. En
apariencia los Devagas tuvieron, bastante sentido comn como para no
proporcionar al plasmoide todas las ventajas.
El Comisionado lanzó un disparo de prueba sobre una de las negras
protuberancias. Un pequeo y violento crter surgió. Se oscureció con la
mxima rapidez. De la abertura mayor, cerca y abajo de lo que habra sido el
pie de muón si ste lo hubiese tenido, algo largo, rojo y como un gusano se
retorció rpidamente. Flotó por encima de la superficie de la estructura hasta
el punto averiado y metió la punta de su parte delantera en el crter. De esa
punta comenzó a emanar negro material. El plasmoide movió su vanguardia arriba
y abajo de la zona averiada. Otros de la misma clase salieron y se le unieron.
El crter comenzó a llenarse.
Se alejaron un - Poco y salieron a la superficie. El espacio normal pareca
limpio, hermoso, hogareo, brillando tranquilo. Ninguno de ellos excepto Lyad
haba dormido en las ltimas veinticuatro horas.
- Qu es lo que opinan ustedes? - preguntó el Comisionado.
Discutieron lo que acababan de ver con voces apagadas. Nadie tena un plan.
Concordaron en que podan estar seguros de una cosa y sta era de que el
personal de la Flota Vishni y cualquier otro ser humano que pudiera estar
dentro de la estación, cuando se la entregó al rey plasmoide, ya no viva. A
menos, claro, que se les hubiese hecho algo mucho ms drstico de lo que
sufrieron los tripulantes del Aurora. El navo haba pasado junto a la
abertura ms grande, como una boca amplsima, baja y negra, lo bastante cerca [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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