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notado que los objetos inanimados y los seres vivientes  que copiaban estrechamente a sus
equivalentes terrestres presentaban siempre alguna diferencia chocante, ya fuera la sustancia, la
cualidad o el método de acción. ¿Quizá bajo ciertas condiciones la vida había evolucionado de un modo
casi paralelo en los dos planetas hasta el punto de producir un lenguaje idéntico? Aquello era contrario al
sentido común. Y, sin embargo, no podía poner en duda la prueba que me daba mi oído. Jurando,
renuncié a preguntarme más cosas sobre aquel increíble enigma; era una inútil pérdida de tiempo.
Quizá fue aquel breve incidente, o la fugaz visión de las lejanas sabanas, lo que hizo nacer en mí
el cansancio y hastío de aquella región de áridas colinas en la que me había aventurado tan audazmente.
El hecho de ver hombres  aunque distintos y extraños despertó en mi pecho el deseo de compañía
humana, y aquel deseo frustrado se convirtió bien pronto en una viva repulsa por los lugares en que me
hallaba. No esperaba encontrar en las llanuras seres humanos de intenciones amistosas; sin embargo,
decidí probar suerte, sin tener en cuenta los peligros que sin duda me esperaban. Antes de dejar las
colinas, algún capricho me hizo afeitarme la barba que me crecía en las mejillas y cortarme el pelo hirsuto
con ayuda de mi puñal, tan afilado como una navaja. Por qué lo hice, no sabría decirlo. Quizá era el
instinto natural de un hombre que se dirige a un nuevo país y desea tener buen aspecto.
* * *
Al día siguiente bajé hacia las llanuras cubiertas de hierba. Se extendían hacia el este y el sur
hasta donde llegaba la vista. Me dirigí hacia el este y recorrí aquel mismo día muchas millas, sin incidente
notable. Franqueé varias corrientes de agua sinuosas; a lo largo de las orillas, la hierba se alzaba más
alta que mi cabeza. Entre las hierbas pude oír el chapoteo y el andar por el lodo de grandes animales de
alguna especie desconocida; di un amplio rodeo para evitarlos.
No tardé en felicitarme por aquel detalle de prudencia.
En las lindes de los cursos de agua había multitud de aves de todas las formas y colores; algunas
eran silenciosas y otras lanzaban continuamente gritos penetrantes mientras giraban por encima del agua
y se hundían bruscamente en ella en busca de alguna presa.
Más lejos, en las llanuras, encontré rebaños de animales pastando  pequeñas criaturas
parecidas a ciervos, y un curioso animal, semejante a un cerdo tripudo, con unas patas traseras
excepcionalmente largas. Avanzaba con enormes saltos, como si fuera un canguro. Era un espectáculo
cómico, y me reí hasta que me dolió el estómago. Más tarde pensé que era la primera vez que me reía 
salvo algunas risotadas de salvaje satisfacción al descubrir a un enemigo desde mi llegada a Almuric.
Aquella noche dormí entre las altas hierbas, no muy lejos de un riachuelo, y habría podido ser
presa de algún carnívoro buscando comida. Pero la suerte estuvo de mi lado aquella noche. En las
llanuras retumbaban los formidables rugidos de los monstruos que cazaban por ellas, pero ninguno se
acercó a mi precario refugio. La noche, cálida y agradable, contrastaba sorprendentemente con las que
había conocido en las colinas siniestras y heladas.
Al día siguiente ocurrió un hecho de capital importancia. Todavía no había comido carne en
Almuric, salvo cuando un hambre feroz me había empujado a comerla cruda. Había buscado en vano una
piedra que sacara chispas para poder encender una hoguera. Las rocas eran de una naturaleza
particular, desconocida en la Tierra, pero aquella mañana en las llanuras, encontré una lasca de piedra
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Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko
grisácea, en medio de la hierba, y, tras algunos ensayos, descubrí que aquella piedra tenía algunas de
las propiedades del sílex. Golpeando con el puñal en la piedra, fui finalmente recompensado con un
chispazo en la hierba seca; avivé la llama y me hice un fuego... que luego me costó bastante apagar.
Aquella noche me rodeé de un círculo de llamas. Alimentaba regularmente el fuego con hierba
seca y unas plantas de largos tallos que ardían lentamente. Me sentía relativamente seguro, aunque unas
formas gigantescas acechaban cerca de mí, en el seno de las tinieblas. Escuché el deslizar de unas
patas enormes y el brillo de unos ojos feroces.
Durante mi viaje por las llanuras, me alimenté de los frutos que encontraba. Vi que los pájaros los [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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